Buscar este blog

martes, 17 de octubre de 2017

Invitación al teatro: Otelo, adaptado e interpretado por la Comedia Nacional


OTELO

de William Shakespeare / dirección: Dan Jemmett


Escrita alrededor de 1603, es una de las cinco grandes tragedias de Shakespeare. Esta obra se ha destacado por su gran profundización en la retórica y la tragedia. Otelo se presenta como la obra de la incomprensión, en la que luchan el amor puro, la pasión, el orgullo, los celos, la venganza..., y en la que al final, el protagonista, como un auténtico héroe trágico, consciente de su degradación y de su pérdida, escribe su propio epitafio, con la angustia del héroe destrozado.
Palabras del director:
Imagino la tragedia de Shakespeare, Otelo, como un sueño o una visión que éste tiene la noche antes de su casamiento con Desdémona. Casarse con esta mujer joven, blanca y aristocrática es para él el último acto de inclusión en la sociedad de su Venecia adoptiva. Aunque, como hombre negro y extranjero, ha ascendido al rango de General, aún no ha echado raíces en la ciudad-estado. Casarse con Desdémona, la hija del respetado e influyente Brabancio, definitivamente afirmará su reputación y garantizará la aceptación social de su descendencia. Sin embargo, en la obra de Shakespeare, Otelo se ha fugado con Desdémona y casado con ella durante la noche mientras el padre duerme. Quizás sabiendo que Brabancio nunca, ni en un millón de años, lo aceptaría como yerno. Y por un tiempo, parece funcionar. Brabancio es forzado por el Duque a permitir que el matrimonio se mantenga y Desdémona parte con su nuevo esposo a la guerra contra los turcos en Chipre. Lo que sucede a continuación nos revela lo falible de la naturaleza foránea de Otelo, la fragilidad de su otredad, de cara a la perversa y persistente intriga de Yago. Aunque ha ganado el amor de Desdémona y la ha desposado, Otelo realmente no cree que ella es capaz de amar a alguien como él. No cuando ella podría tener a alguien como Casio, joven, bien parecido, blanco y nacido dentro de la misma élite gobernante que ella. Esto, por supuesto, es el objetivo del complot sutilmente racista de Yago. Identifica la falla trágica en el carácter de Otelo que es el vacío en el corazón de su identidad social y cultural. Y Otelo está seguramente demasiado consciente de su estatus perpetuo de inmigrante. Ya era, de todas formas, un General. ¿Por qué no pretender ir más allá y fusionar su sangre con la de Brabancio? Y entonces, en la víspera de su matrimonio robado, quizás Otelo se permite el más simple de los pensamientos. Un deseo tal vez. Un sueño. Que en lugar de un sacerdote contratado en la noche en la habitación de una posada veneciana, haya una ceremonia de casamiento apropiada en una de las iglesias notables de la ciudad. Y luego, una suntuosa recepción y un banquete. Para celebrar su unión y su fortuna con su nuevo suegro y familia, con el Duque y los senadores de la ciudad, con todos sus amigos y colegas militares. Un sueño de cómo son las cosas para aquellos que tienen poder, soñado por uno que no lo tiene.
Dan Jemmett, Montevideo, agosto 2017
ELENCO:
Lucio Hernández
Juan Worobiov
Fernando Dianesi
Diego Arbelo
Pablo Varrailhón
Daniel Espino
Fernando Vannet
Valentain Dalmao (actor invitado EMAD)
Julio Garay (actor invitado EMAD)
Fabricio Galbiati
Juan Antonio Saraví
Andrés Papaleo
Florencia Zabaleta
Stefanie Neukirch
Natalia Chiarelli
Asistente de Dirección: Isabel Legarra
Escenografía: Adan Torres
Iluminación: Martín Blanchet
Vestuario: Paula Villalba Peluquería: Heber Vera
Selección musical: Dan Jemmett
ESTRENO:
2 de octubre -sólo por invitación-
FUNCIONES:
Desde sábado 7 de octubre a domingo 3 de diciembre de 2017.
Viernes y sábados, 20 hs. Domingos 18 hs.

Los Heraldos Negros - Análisis de la profesora Paola De Nigris


6° Derecho 2 Liceo Dr. Alfonso Espínola

Análisis de Los heraldos Negros

Este poema lleva por título “Los heraldos negros”, dándole también nombre al libro que compone una serie creaciones en las que el poeta pone en cuestionamiento su relación íntima con Dios. Esta Duda de la atención divina parte de la misma existencia y vivencia del yo lírico, que sufre por el dolor humano, que es irreparable y hasta insoportable.

La antinomia Amor/ Dios, Dolor/Hombre es el tema del poema. ¿Cómo un Dios que es amor permite el dolor que parece partir del odio de Dios? Como si ese Dios se ensañara especialmente en el sufrimiento humano. Sobre estos ejes gira todo su cuestionamiento.

El carácter del poema es casi dialógico. El yo lírico parece hablarnos, hacernos vernos en esos golpes, hacernos reflexionar sobre ellos, hayamos o no sentido estos golpes aún. Pero nos involucra y esos golpes son los golpes de cualquier vida, de la Cruz que cada hombre lleva por el simple hecho de existir

Estamos frente a un poeta que se aparta del modernismo latinoamericano lleno de un lenguaje ornamental y colorido, para acercarse al existencialismo de principios de siglo, parco y filosófico. Aquella doctrina filosófica que cuestiona la existencia del hombre con un propósito definido. No olvidemos que ya ha pasado una primera guerra mundial y que el hombre ha visto la crueldad y las barbaridades de la guerra. A la juventud muriendo en forma instantánea y al hambre que esta Guerra Mundial ha conllevado. Es lógico que éste se pregunte: para qué existimos, qué es ser hombre, qué debe hacerse con este existir.

El título mismo responde a un poema de Rubén Darío, modernista, que se llama “Heraldos”. Este poema esta cargado de colores y relaciona a cada color con los amores que el yo lírico tuvo en su vida. Cada heraldo (mensajero) le trae el recuerdo de una característica de un amor pasado. En el caso de Vallejo estos también son “Heraldos”, pero todos negros, porque son anuncios de la muerte, de la oscuridad, de la soledad y la desolación. Este poema de Vallejo también rompe con la formalidad métrica muy estricta en los poemas modernistas, sin embargo, el juego que hace de sonoridades en las rimas sugieren toda una serie de sentidos. Una de las rimas más elocuentes es la expresión “sé”. Esta es una certeza que no existe, porque va acompañada del “no”, así la certeza se transforma en duda, una duda que se vuelve existencial, “Yo no sé”, y lo que el yo lírico no sabe es el sentido de esos golpes que provocan dolores insostenibles. El resto de las rimas consonantes van desde la segunda estrofa: “fuerte/Muerte”, “blasfema/quema”, “palmada/mirada”. Estas coincidencias sonoras sugieren un sentido en el que se revela la impotencia del hombre, ante lo absoluto, la Muerte, la blasfemia, y el llamado divino.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufridose empozara en el alma… Yo no sé!

El yo lírico comienza el verso con una certeza y la termina con una duda. Existen, “hay golpes”, no son una duda porque al menos él los ha sentido, y si quien escucha no los reconoce, tal vez ahora sí los haga o se prepare para hacerlos. Los heraldos negros que anuncian, no amores, sino muerte, son mensajes para el hombre, y que tarde o temprano recibiremos. Éste utiliza un zeugma (cuando se une un concepto concreto con uno abstracto) que permiten la visualización del esos golpes. La vida tiene momentos muy difíciles que parecen golpes, si es así, entonces hay una mano o obstáculo que los provoca. Son “tan fuertes” que desequilibran al hombre, lo desestabilizan. Esa es la única certeza palpable, lo demás es duda: de dónde vienen, por qué suceden, cuál es el propósito, por qué se sufren. Todo es una gran duda, que el yo lírico expresa después de una reticencia (los puntos suspensivos) donde el silencio se llena de preguntas nunca formuladas, porque no tienen respuesta, sólo una única certeza. Existen y se sienten.

En el segundo verso el yo lírico aventura una posible respuesta a través de una comparación sugestiva: “golpes como del odio de Dios”. Esa mano que golpea al hombre no puede venir de otro lado que no sea de Dios, pero este es un Dios que ha cambiado su condición. Si Dios es Amor, es imposible que odie, pero son tan fuertes esos golpes, que así los siente el yo lírico. Es interesante ver como la palabra “Dios” y la palabra “odio” tienen casi los mismo fonemas pero ordenados de forma diferente. Dios ha cambiado, para este yo lírico, de condición, como han cambiado sus fonemas, y es capaz de odiar al hombre, en vez de amarlo. Esa es una posible explicación de que estos golpes sean tan fuertes y tan desestabilizadores.

Luego de la cesura, aparece una nueva comparación, en un intento desesperado del yo lírico de explicar la naturaleza de estos golpes vividos.

...como si ante ellos,la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Utiliza nuevamente un zeugma para que lo sufrido quede planteado en una sensación concreta, reconocida por el lector: “la resaca”. Esta palabra tiene múltiples significados. Podría asociarse a los residuos que deja el mar al volver la ola, y también puede verse como al malestar después de el exceso de bebida o a la turbación de una situación inesperada. Sea cual sea el significado, el yo lírico se desequilibra con esos golpes y sólo queda esos residuos del movimiento producido, los residuos de “todo lo sufrido”, eso que no puede controlarse porque son las consecuencias del dolor, que uno no puede prever. Es el adjetivo “todo” lo que comienza a darnos una idea de la inmensidad de esos golpes.

Pero esos golpes no sólo traen resaca sino que tampoco desaparecen del individuo, quedan allí, estancados, empozados, en lo más íntimo del ser, lo que hace imposible su recuperación. El pozo es difícil de vaciar y el agua allí no corre, por lo tanto es agua de muerte, por su suciedad. Esta queda en lugar al que ni siquiera podemos acceder: el alma, porque tampoco sabemos dónde está para poder limpiarla. Este juego entre lo concreto y lo abstracto, hace sencilla la comprensión del poema pero también lo hace sensible al lector, quien inmediatamente comprende y siente de qué se está hablando.

Esta primera estrofa termina con la misma Duda. El yo lírico se desvive por explicar qué clase de golpes son los que le afectan pero no puede explicar su origen, no puede explicar su por qué, y mucho menos, para qué. Todo el poema será ese intento de explicar la clase de golpes de los que habla, y en estos se deja entrever la duda existencial. Tres veces planteará la Duda, y sabemos que este es un número religiosamente importante, porque tres son las personas divinas, unidas en una sola. Tres veces duda, y uno sólo es el hecho: los golpes.

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

La segunda estrofa comienza con una nueva certeza: “son pocos”. Eso puede aliviar un tanto a la condición humana. Si el hombre frente a Dios es como una hormiga, y si Dios realmente se ensañara en golpearnos, no existiría la raza humana, en estas ideas podemos ver que el hombre ve consecuencias del accionar divino sin comprender sus motivaciones. Es ese límite del conocimiento humano lo que angustia al hombre. La sentencia termina como empieza, con el verbo “ser”, que adquiere la dimensión de existir. Que sean pocos no lo libra de que existan y duelan, por eso otra vez vuelve a la reticencia como la suspensión de lo inefable, lo inexplicable, lo incomprensible.

Estos golpes dejan marcas físicas y oscuras que son visibles para cualquiera que los vea, están en el rostro y no importa cuán fuerte sea la persona que los recibe. Marcan al hombre, oscurecen su faz y este color va quitando la luz del rostro, señal de lo divino. Si son “zanjas oscuras” son profundas y no pueden borrarse. Dios vuelve a cambiar de condición, es capaz de dejar oscuridad en un rostro “fiero”. Nadie está a salvo de estos golpes, ellos son como latigazos que marcan el lomo y obligan al hombre a estar agachado, a encorvarse, a someterse, a aceptar sin cuestionamientos, sin posibilidad de réplica.

En los siguientes dos versos el yo lírico intenta una explicación que sirve también para describir esos golpes.

Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

En esta explicación tampoco hay certezas “tal vez”, no lo sabe pero se asemejan a “los potros de bárbaros atilas”, aquel personaje tan temido por su bravura, que fue capaz de poner en jaque a todo el imperio romano, y asolar a toda Europa. Se decía que por donde pasaba el caballo de Atila no volvía a crecer el pasto. Vivían de los saqueos más crueles. Así siente los golpes este yo lírico, nada puede volver a crecer después de esos golpes, porque ni siquiera es Atila, sino muchos atilas, y muchos potros. No existe la posibilidad de recuperación después de esos golpes, es por eso que termina concluyendo: “o los heraldos negros que nos manda la Muerte”. Cada golpe, son mensajes de la Muerte, con mayúscula, con respeto, casi personificada. La Muerte le manda mensajeros al hombre para recordarle que existe, que es implacable, que es dolorosa, que es inevitable, y que es para todos. Y aún más, que está más cerca de lo que uno piensa.

Son las caídas hondas de los cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitacionesde algún pan
que en la puerta del horno se nos quema

La tercera estrofa comienza, nuevamente con una certeza, la de existir pero ahora asociado directamente a Cristo. Éste que debe estar en todo hombre, cae con esos golpes, y su caída es profunda, por eso es muy difícil reanimarlo. Uno de los poderes que tenía Cristo era hacer revivir a los muertos, pero si éste cae, no existe la posibilidad de resurrección para el hombre. Y cae hondamente. Es importante ver que no habla de Cristo que es único sino de “los cristos”, que son personales. La propuesta cristiana es personal, cada hombre debe vivir a Cristo, y aquí el yo lírico involucra al lector en ese plural, son los cristos del alma, los personales, en el que confiamos y nos apoyamos, en el que sostenemos nuestras vidas, ése es el que cae. Y ese plural en minúscula se opone al “Destino” en mayúscula, personificado, que termina determinando la vida del hombre. La fe que debería ser para Cristo, adora en realidad al Destino que se opone al Libre Albedrío cristiano. Según este último concepto el hombre puede elegir su camino, pero si la fe adora al Destino, no existe la posibilidad de elección. El hombre está determinado a sufrir. A su vez hay una oposición entre la palabra “adorable” y la palabra “blasfema”. Ambas pertenecen al campo religioso, pero una es una bendición y la otra una maldición. Ese Destino nos maldice, en eso radica su personificación, tiene el poder de hacernos sufrir casi por el placer perverso de hacerlo, por el hecho de haber elegido adorarlo. En el alma del hombre, estos golpes hacen que la fe en “los cristos” mengüe y empecemos a pensar que estamos destinados a sufrir la maldición del Destino.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema

En estos dos último versos ya no son sólo golpes oscuros, sino también sangrientos. Nuestra sangre, motor de la vida, son consecuencias de los golpes, en cada uno de ellos se nos va un poco de vida y pasión. Vamos quedando cada vez más caídos y débiles. Allí el yo lírico utiliza una comparación sin nexo que afirma, con un ejemplo, lo que ellos significan. El pan, que es vida, que es metáfora del alimento divino, no llega al hombre, queda en la puerta, quemado, no cumple su propósito, porque esos golpes no permiten que el hombre confíe plenamente en este pan. El pan, hermoso, a punto de salir para alimentarnos, crocante y sabroso, se quema cuando se encuentra con el mundo. Esta es la imagen de una profunda desolación. El mensaje de Dios puede ser precioso pero no alimenta, no alcanza, cuando uno lo enfrenta al mundo, parece querer decir el yo lírico. La justicia de Dios parece ser extraña para el hombre, porque existen esos golpes inexplicables.

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vividose empoza,
como charco de culpa, en la mirada.

En la última estrofa concluye en la desolación del hombre, este queda solo y desamparado frente a todo lo que ha recibido, a todo lo que ha vivido, a todo lo que sufrido. Por eso el yo lírico, haciendo nuevamente uso de la reticencia, reitera la expresión “pobre”, porque nada es frente a estos golpes, nada es frente a esa mano que se los prodiga y que ni siquiera sabe de dónde viene. Esa misma mano es la que lo llama, comparación que utiliza para mostrar el desconcierto humano, su impotencia. Alguien lo llama, alguien le avisa, pero nunca se muestra qué o quién: son los heraldos negros. Y lo único que podemos ver es la reacción del hombre, que está con sus ojos locos, de dolor, de angustia, de desesperación, de no saber, de no entender.

Y otra vez todo “se empoza”, lo que se ha vivido, la angustia, el dolor, la incomprensión, todo, no es más que culpa que se refleja en sus ojos. El hombre siente culpa porque al no comprender, no sabe si lo vivido no es también merecido. Esta nueva comparación con un “charco” hace pensar en lo que no fluye, en el estancamiento, en lo que no puede renacer, porque no hay vida en el agua estancada.


El poema termina con la misma afirmación del principio, que queda flotando en el aire.

PARA EL ANÁLISIS DE LA ESTRUCTURA EXTERNA TENER EN CUENTA LO TRABAJADO EN CLASE, PUES DIFIERE A LO PLANTEADO POR LA PROFESORA PAOLA DE NIGRIS, EL RESTO DEL ANÁLISIS USARLO COMO GUÍA. LA PROFESORA ES EXCELENTE, USTEDES DEBEN SINTETIZAR.

Los heraldos Negros - César Vallejo


Liceo N° 9 Grupo 6°D3


LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

César Vallejo

Selección de fragmentos: Las cartas que no llegaron


6° Derecho 2 Liceo Dr. Alfonso Espínola SEGUNDA SUMATIVA

SELECCIÓN DE FRAGMENTO DE “LAS CARTAS QUE NO LLEGARON” – MAURICIO ROSENCOF

“(…) Mi mamá, cuando habla, siempre te pregunta. «¿Por qué no comes?». «¿Eso se hace?». «¿Por qué no vienes?». Mi mamá dice que pregunta porque quiere saber. «¿Y por qué no voy a preguntar?», dice.
El cartero tiene un traje como los motorman del tranvía, pero el Fito y yo no le tiramos piedras. Él viene y se va. Nunca se queda. Y mi papá le dice: «¿No quiere una copita?». «Hoy no, don Isaac, ando un poco atrasado». Cuando toma una copita, entra al patio pero no se sienta. Se quita la gorra. Mi papá tiene muchas copitas, porque en una damajuana que tiene puso guindas y de allí salen cualquier cantidad de copitas. Mi papá le da copitas al cartero para que el cartero le traiga muchas cartas. Yo sé.
La damajuana de mi papá se quedó sin copitas y adentro quedaron cualquier cantidad de guindas. El Fito y yo las pinchamos con una aguja de tejer de mi mamá, y las sacamos de a una y a veces dos y una vez tres, para comerlas, y nos reímos y nos reímos, y mi hermano que grita y grita:
 «¡Mamá, mamá, están borrachos, están borrachos!»(...)”

“Vienen a contarnos. Con ellos, una hermosa rubia de uniforme, Grete. Se llama Grete y tiene dientes perfectos.
 Nos componemos lo mejor posible, bien erguidas. Estamos inquietas. Grete saca de las filas a algunas chicas y las hace parar aparte. Han sido separadas, ¿entiendes?, separadas por su delgadez y tristeza; y yo estoy muy flaca, Isaac, y tengo miedo.
Nos ordenan, a todas las demás, que tenemos que rodearlas para que no se escapen. Si alguna logra fugarse, irá todo el bloque y tengo miedo. Entonces hacemos una ronda, tomadas de la mano, caminando hacia uno y otro lado. Y estamos como idas, locas tal vez, en harapos, sucias, con los vestidos descuidados, deshechos, y todas rapadas, en esta danza de la que escapo, y me fugo hacia la placita de nuestra calle, donde tomadas de la mano con Irene y Sara y todas las chicas reíamos y reíamos sin saber de qué, hasta que fatigadas de risa, se detenía la rueda-rueda, como ahora, porque las vienen a llevar y tengo miedo (…)
Una noche, ¿sabes?, una muchacha de nuestra barraca empezó a dar gritos terribles mientras dormía; unos minutos después, todas estábamos gritando sin saber por qué. ¿Por qué?
Pienso que ese sonido lastimoso que, en ocasiones —sólo Dios sabe cómo— cruza los aires como un pájaro sin cuerpo, es una expresión reconcentrada del último vestigio de la dignidad humana.
Es la forma, tal vez la única, que tiene un hombre de dejar una huella, de decir a los demás cómo vivió y murió. Con sus gritos hace valer su derecho a la vida, envía un mensaje al mundo exterior pidiendo ayuda y exigiendo resistencia. Si ya no queda nada, uno debe gritar.
El silencio es el verdadero crimen de lesa humanidad. Y Ruth, «la que nos hace reír» (porque ella siempre dice algo que nos hace reír), dice que cuando gritamos teñemos que decir «gol». Que da lo mismo y no cuesta nada, y reírse un poquito del dolor hace al dolor un poco más pequeño. «¡Gooolll!». Así.
Cuando era pequeña, Isaac, me preguntaba dónde iban los sueños. Tú sueñas, y el sueño es como el agua. ¿Dónde va toda esa agua? ¿A los mares? Y luego, ¿serán nubes? Los sueños, entonces, regresan con las lluvias.
¿Y los gritos? Hoy me pregunto, los gritos, ¿dónde van? No pueden, no deben perderse. No es posible que se pierdan, no pueden deshacerse en la nada, no pueden morir en nada, morir para nada, para algo se han creado, para algo se han gritado, Isaac, el grito no muere, no puede morir. No muere. Nosotros sí que morimos, cada amanecer, en cada selección de Grete, en cada tren que llega. Pero nuestros gritos no, el grito no.
Quiera Dios que nuestros gritos se escondan bajo las almohadas de los que no saben, de los que saben y callan, de los que no quieren saber (…)”
“(…) Grete nos ha distribuido hoy un trozo de jabón. Te parecerá tonto, pero nos llenó de ilusión. Tal vez nos den más cosas, una papa, no sé. Calcetines. Siento la piel suave del jabón en mi mano y sonrío un poquito. Pienso en una ducha, agua caliente que corre y corre sobre tus hombros, toallas, ropa limpia. Grete se va. Tiene, a la vez, un andar marcial y femenino, elegante. Nos da un poquito de envidia.
Cuando aproximamos el jabón hasta nuestras narices para respirarlo, vemos la inscripción. El desconcierto es tan grande que nadie articula una palabra, ni aun un gemido. Solo lloramos, Isaac, suavecito, en silencio, porque todo lo que nos queda en este instante son las lágrimas, que ruedan lentas como un cortejo, incesantes, mientras enterramos el jabón murmurando «Kadisch» (...)

“(…) Y fue en el retorno al interminable territorio de dos por uno del calabozo, que comenzaron mis conversaciones con papá.
Acá los pensamientos rebotan. Las palabras pensadas, rebotan. Porque pronunciar, lo que se dice pronunciar, no dejan. Ni el grito, nada. En este territorio reina el silencio, infinito, tanto, que cuando se apagan las voces exteriores, ese toque de silencio —fíjate que para anunciar el silencio tienen que hacer ruido— cuando ese toque se produce —digo— uno acá, atento, puede percibir la actividad ruidosa de las arañas. Las arañas tejen, y uno percibe el chirriar de sus agujitas, y si por ahí les cae una mosca ni te imaginas el bochinche, la mosca se desgañita, el guardia le va a parar el carro, no ves que tocó a silencio, y ahí le cae ella, a la carga patas largas, hay que apurar la matanza que viene ganao por tierra, y le aplica el pentotal; cómo es que todavía no han sintetizado el pentotal arácnido como anestesia, no, se quedaron con la otra, esa especie de gas que te transporta en menos que contaste tres y que el laboratorio suizo o suizo-alemán o alemán te inocula, arácnidos de la medicina; y cuando la tiene bajo sus pies, Juanita —que así se llama— la succiona, absorbe, aspira, draculita del muro. Pues bien. Eso, todo eso, lo escucho. Tanto, que me desvela. Me desvela el tiempo del coginche, cuando la araña macho la pastorea recorriendo las paredes del calabozo, siempre por el mismo trillo, a una velocidad que, salvando las proporciones, ni Jesse Owens, hasta que ancla en el rincón de las arañas y ahí se miran, ella es más grande, grande, y se miran, se seducen hasta que atracan y cruje la cama. En el silencio mandan los ruidos. El tableteo de las patas del bichito de la humedad —que dos por tres masco—, sobre el hormigón del piso, es un redoble rítmico, delicado, ideal para fondo de bolero. Pero lo que más suena es uno. Los bronquios, suenan. El cuore suena. El roce de los vaqueros chirria; todas las noches, cada vez más, duermo con ellos, vivo con ellos, envejecen conmigo, y chirrian, cada vez más, se quejan. Y si hay mosquitos, ni te cuento. Porque a las hélices se une la amenaza, la concentración de uno para ver cuándo se apagan porque se posan, helicópteros, coleópteros, qué sé yo, y ahí aterrizan y el manotazo, que cuando cae bien ensangrenta y las ondas de la palmada rebotan, como rebota todo, acá es dos por uno, oferta, te la vendo, regalo, canjeo, rebota. Rebota todo, Viejo, y te escribo para adentro, te conmino a que aguantes, vos que en materia de aguante me podes dar curso, vos, Viejo, a vos te argumento lo que ya sabes y no precisas, y te lo reitero, exijo, explicito, digo, para vos, Viejo, para que sepas que estoy en vos, que estás acá, que te lo digo para vos y para mí, para mí, que necesito como vos lo que te digo. Y es tan violento todo, todo tan intenso, que llegué donde estabas y vos estuviste acá y dos por tres venías y sé que yo estoy ahí y yo te oí y vos me viste y nadie lo cree, nadie entiende, y yo lo cuento o no lo cuento, lo cuento poco, a alguno que otro y no me animo a escribirlo, porque van a pensar que es verso, fantasía, imaginación. Que crean lo que crean, vos y yo lo sabemos y chau.
 Basta (…)”

Las cartas que no llegaron - Mauricio Rosencof


6° Derecho 2 Liceo Dr. Alfonso Espínola

Enlace para "Las cartas que no llegaron" del escritor uruguayo Mauricio Rosencof:

https://elsudamericano.files.wordpress.com/2013/05/mauricio-rosencof-las-cartas-que-no-llegaron.pdf

miércoles, 4 de octubre de 2017

lunes, 31 de julio de 2017

Bodas de Sangre - Fotograma Adaptación 6°Derecho 1


Fotograma sobre Bodas de Sangre

Excelente trabajo elaborado por Ana Camejo, alumna del primer semestre 6°Derecho 1
Liceo Dr. Alfonso Espínola. San José


miércoles, 7 de junio de 2017

Invitación al Teatro Solís - Galileo Galilei

GALILEO GALILEI
de Bertolt Brecht / dirección: Coco Rivero. Viernes, Sábados y Domingos en Teatro Solís.


Considerado uno de los científicos más emblemáticos de la historia, Galileo Galilei fue un astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico italiano que vivió entre 1564 y 1642 y estuvo relacionado estrechamente con la revolución científica de su época.
“Galileo Galilei” del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, se centra en los últimos años de la vida del investigador. En su hogar en Florencia, tiene ocasión de transmitir parte de sus conocimientos al hijo de su casera. Cuando Galileo hace públicos sus descubrimientos sobre el sistema solar recibe la condena de la jerarquía eclesiástica. Bajo la presión que recibe, renuncia a propagar sus tesis. En su aislamiento, recibe la visita del hijo de su casera convertido ya en estudiante universitario, al que hace entrega de su documento “Dos nuevas ciencias” en el que resume sus descubrimientos, pidiéndole que lo difunda más allá de las fronteras de Italia.
Elenco: Juan Worobiov, Luis Martínez, Isabel Legarra, Fernando Dianesi, Diego Arbelo, Jimena Pérez, Leandro Ibero Nuñez, Fabricio Galbiati, Andrés Papaleo, Gabriel Hermano, Fernando Vannet, Daniel Espino Lara y Levón.
Actores invitados: Renzo Lima, Martín Bonilla, José Ferraro, Martín García.
Escenografía: Gustavo Petkoff
Iluminación: Pablo Caballero
Vestuario: Mercedes Lalanne
Maquillaje: Paula Gómez
Peluquería: Heber Vera
Mapping: Gustavo Carrozzini
Música: Eder Fructos
Asistente de dirección: Luis Martínez
Calificación: apta para todo público.
Duración aproximada del espectáculo: 2 horas y 20 minutos.
Desde Sábado 27 de mayo al Domingo 30 de julio.
Viernes y Sábados 20 hs. Domingo 18 hs.

jueves, 1 de junio de 2017

Historieta: la narración con viñetas


Grupos: 5° Humanístico 1 y 6° Derecho 1 Liceo N° 1 Dr. Alfonso Espínola

Material de consulta para la elaboración de la SEGUNDA SUMATIVA:

https://iparador.wikispaces.com/file/view/TALLER+DE+VI%C3%91ETAS.pdf

http://traducircomics.blogspot.com.uy/2012/12/el-globo-o-bocadillo.html


Federico García Lorca: Bodas de Sangre - Yerma - Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín


Grupo 6° Derecho 1 Liceo N° 1 Dr. Alfonso Espínola

Les dejo los enlaces para las obras de Federico García Lorca, propuestas como opcionales para la SEGUNDA SUMATIVA:

Bodas de Sangre: http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/g/Garcia%20Lorca,%20Federico%20-%20Bodas%20de%20sangre.doc.pdf









William Shakespeare: Hamlet - Macbeth


Grupo 5° Humanístico 1 Liceo N° 1 Dr. Alfonso Espínola

Les dejo los enlaces para las obras de Shakespeare propuestas como opcionales para la SEGUNDA SUMATIVA:

Macbeth: http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/s/Shakespeare%20-%20Macbeth.pdf

BRUJA I.a ¡Salud a ti, Macbeth, Barón de Glamis!
BRUJA 2.a ¡Salud a ti, Macbeth, Barón de Cawdor!
BRUJA 3.a ¡Salud a ti, Macbeth, que serás rey! 


Hamlet: http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/s/shakespeare%20-%20hamlet.pdf


To be or not to be? That is the question

lunes, 29 de mayo de 2017

Las Vanguardias en Europa


Grupo 6° Derecho 1 Liceo Dr. Alfonso Espínola.

(Material NO obligatorio)

El futurismo

Aunque hoy aparece remoto y sin vigencia alguna fue el primer movimiento de vanguardia. Su conductor, el italiano Marinetti, recorrió buena parte de Europa y América haciendo oír su palabra profética, en la cual se encerraban las claves de una estética para los tiempos a venir. Creyó en el mito moderno, y ayudó a forjarlo. Decía: “Queremos cantar el amor del peligro, del hábito de la energía y la temeridad”. A la “inmovilidad pensativa, al éxtasis y el sueño”, opone el futurismo “el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico, el salto peligroso, el puñetazo y la bofetada”. El nuevo gran valor es “la belleza de la velocidad” de modo que “un automóvil de carrera es más hermoso que la Victoria de Samotracia”. Estos despreciaban a los adoradores de la luna y glorificaban la guerra, llamándola “única higiene del mundo”. Con respecto a la tradición, especialmente en lo cultural, la posición es: “Lanzamos en Italia este manifiesto de violencia incendiaria y arrebatadora, basado en el cual fundamos hoy el futurismo, porque queremos librar a nuestro país de la gangrena de profesores, arqueólogos, cicerones y anticuarios”.
Marinetti que había semi-elogiado al “music-hall” y el circo como únicos espectáculos tolerables, se lanzó también a la aventura de crear el “teatro sintético”: se trataba de obras de no más de diez minutos – no fuese cosa de perder el precioso tiempo del mundo de la velocidad – y en una de ellas el telón se levantaba apenas unos centímetros, de manera que el público sólo veía los pies de los actores.
De todo esto queda hoy en día, dice de Torre, tan sólo el ademán en el aire. Queda además el “Manifiesto técnico de la literatura futurista”, de 1912, que avanza ya aventura de una “imaginación sin hilos” – o sea, sin los nexos del pensamiento lógico – y propone una manera de escribir que será de recibo en otras corrientes: “Es menester destruir la sintaxis, disponiendo los sustantivos al azar de su nacimiento”; el verbo, sólo en infinitivo, para que comunique “el sentido de continuidad de la vida”; prohibición de usar el adjetivo, porque el matiz presupone la pausa y la meditación; supresión de expresiones comparativas – “como”, “parecido a”, “similar a” – porque traban la “velocidad aérea”. Quedaba sancionado el uso de cuatro o cinco tintas diferentes, las líneas verticales, oblicuas o circulares, los paréntesis, las llaves y cualquier otro tipo de innovación tipológica.

Filippo Tommaso Marinatti

El expresionismo

Esta corriente signó el panorama cultural de Alemania entre 1911 y 1933. Esta fecha final está indicando ya que los representantes de esta corriente no simpatizaban con el nacionalsocialismo: su llegada al poder marcó el fin de la vanguardia, cuyos artistas fueron perseguidos.
El expresionismo nació, en principio, como manifestación de dos grupos de pintores: “El puente” y “El jinete azul”. Kandinsky y Klee representan ese máximo de intensidad del color que caracteriza a la corriente, y que reconoce su antecedente en las telas de Van Gogh. El expresionismo suele definirse en comparación con el impresionismo. Éste es, todavía, un arte figurativo: reproduce sensaciones ópticas, aunque la visión no tenga la nitidez propia del arte clásico. El expresionismo supone un paso más: se independiza de la realidad, y, si toma sus materiales, los convierte en sustancias animada, contorcida y patética. La intención es obtener de las cosas un grado máximo de “expresividad”.
En el plano de la literatura, esta vanguardia guarda alguna relación con el gótico y el barroco – estilos ambos de extrema tensión y ansiedad comunicativa – y con el “Sturm und Drang”: el romanticismo inicial en las letras alemanas, caracterizado por la vehemencia y la inmoderación. El expresionismo tiene un gusto sado-masoquista por el catastrofismo.
No es de extrañar que la gran preocupación de la poesía expresionista haya sido la Primera Guerra Mundial. Trakl, suicida en 1914, es el ejemplo más acabado del desequilibrio que la contienda llevó al espíritu de estos poetas, exaltados por el horror y la sangre. Pero el movimiento se reflejó en la narrativa y no es ajeno a su influencia ninguno de los grandes novelistas en lengua alemana del período, tales como Kafka.

Vasíli Kandinsky

El cubismo

También fue, en principio, una vanguardia de la pintura, al punto que las aproximaciones a la literatura han sido más bien tentativas y de resultados parciales.
En las artes plásticas, el cubismo es claramente delimitable. Se inicia en 1907, cuando Picasso opone a la óptica impresionista una geometría bárbara y una deliberada y sistemática deformación. Le siguen en esta tendencia Braque y Matisse. Cubismo pasó a ser, en adelante, el arte de descomponer y recomponer la realidad según el bidimensionalismo, la compenetración de planos y el simultaneísmo de visión.
En la literatura, supuso también la combinación de formas discontinuas, lo que implicó la destrucción del discurso y de la regularidad métrica. La “realidad intelectual” sustituyó a la “realidad sensorial”, y la obra de arte se juzgo valiosa en sí misma, “no por las confrontaciones que puedan hacerse con la realidad”. Se toma al poema “Zona” (1915) de Apollinaire, como el ejemplo más acabado de la nueva realidad. Lo anecdótico y lo descriptivo quedan reemplazados por el fragmentarismo y la elipsis, de modo que se lleva a lo que Spitzer llama “la enumeración caótica”. “Si un hecho viene a interrumpir una sinfonía de recuerdos, se le anota por respeto a su verdad cerebral” comenta Epstein. El cubismo desemboca en la avenida común de las vanguardias poéticas: la suplantación del pensamiento-frase – es decir, racional y lógico – por el pensamiento-asociación, que a menudo se formula al margen de la actividad de la conciencia.
Apollinaire procuró fundir la poesía y la pintura en los “caligramas” o poemas dibujados, es la expresión mayor del cubismo.

Guillaume Apollinaire

El dadaísmo

“Las obras maestras dadás no deben durar más de cinco minutos” según se lee en una proclama del movimiento. El movimiento fue algo inesperado en el espíritu francés, significó el encuentro con la nada. Según Tristan Tzará, el principal impulsor de esta vanguardia, “dadá” no significa nada, aunque a continuación agrega: “Los negros kru llaman dadá a la cola de una vaca santa. El cubo y la madre en cierta región de Italia: dadá. Un caballito de madera, la nodriza, la doble afirmación en ruso y rumano: dadá”. La sola multiplicación de acepciones revela que el vocablo no tiene ninguna concreta y fija, como dice Gide al considerar a las dos sílabas de “Dadá” como el punto máximo de la “inanidad sonora” querida por Mallarmé, la “insignificancia absoluta”.
El movimiento echó a andar en Zurich, en 1916, con la fundación del Café Voltaire, donde se reunían poetas y pintores, entre quienes figuraban Apollinaire y Picasso. En 1919 Tzará llega a París, y comienzan a multiplicarse los festivales, las revistas, los boletines y las hojas sueltas dadaístas. El tono siempre fue el mismo: “No más pintores, no más literatos, no más músicos, escultores, religiones, republicanos, monárquicos, imperialistas, anarquistas, socialistas, bolcheviques, políticos, proletarios, demócratas, burgueses, aristócratas, ejército, policía, patria: en fin, basta de todas esas imbecilidades. No más nada, nada, nada. De esta manera esperamos que la novedad llegará a imponerse menos podrida, menos egoísta, menos mercantil, menos inmensamente grotesca”. Aunque Tzará proclamó que “el estado normal del hombre es dadá”, hacia 1921 ya no quedaba nada de la nada.

Tristan Tzará

El surrealismo

Es el nombre que suele darse a una de las vanguardias más poderosas y de mayor influencia. La palabra tiene sentido en la lengua francesa – “sur-realisme” – y debería ser traducida por “superrealismo”, para indicar claramente que este movimiento se propone estar más allá o por encima de la realidad.
Vinculado en sus raíces con el dadaísmo, cuyo absoluto nihilismo intenta superar, el surrealismo tiene la misma agresividad que aquella corriente. Ella se puso de manifiesto no sólo en los lemas contra la familia, el Estado y la religión, sino en el enfrentamiento con Paul Claudel, el poeta católico que declaró no encontrar en la corriente sentido alguno, salvo el pederástico. El grupo se defendió  diciendo: “Nuestra actividad no tiene de pederástica, más que la confusión que introduce en el espíritu de aquellos que no participan en ella”. Y luego como Claudel era por entonces embajador de Francia en Japón, los veintinueve firmantes llaman a la insurrección de las colonias para “aniquilar esta civilización occidental por vos defendida en Oriente”. En alusión a los negocios franceses en aquellas latitudes, los surrealistas encuentras a la poesía incompatible con “la venta de gruesas cantidades de tocino, por cuenta de una nación de cerdos y de perros”. Al borde del dadaísmo afirman, todavía, que “no queda en pie más que una idea moral: a saber, por ejemplo, que uno no puede ser a la vez embajador de Francia y poeta”. Y el grupo se despide de Claudel con estas recomendaciones: “nosotros os abandonamos a vuestras beaterías infames. Que ellas os aprovechen de todas maneras: engordad aún, reventad en medio de la admiración y respeto de vuestros conciudadanos. Escribid, rezad, babead, nosotros reclamamos el deshonor de haberos tratado de una vez por todas de pedante y de canalla.
Pese a toda esta violencia tuvo mucho más claro el contenido de su programa de acción creadora que el dadaísmo. Produjo tres manifiestos: el primero, de 1924, que es el que mejor define a la corriente, el segundo de 1930, que propicia las relaciones del movimiento con el comunismo y que dividió irremediablemente al grupo, y el tercero en 1942 que fue un infructuoso intento de revitalizar un movimiento que había perdido su condición de punta de lanza.
El primer manifiesto define al surrealismo en los siguientes términos: “Automatismo psíquico puro, por el cual se intenta expresar verbalmente sea por escrito, sea de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, en ausencia de todo control ejercido por la razón, fuera de toda preocupación estética o moral”. “La ausencia de todo control ejercido por la razón” debía traducirse en la “escritura automática”, experiencia siempre un poco forzada, porque el escritor no puede anular la conciencia de estar escribiendo. Tzará, entusiasmado con estas novedades, incitaba a estos procedimiento de creación: “Tomad un periódico; tomad tijeras; escoged un artículo, recortad, récord enseguida cada palabra, ponedla en una bolsa y sacudid…”
Los puntos clave de la estética surrealistas son los siguientes:
a) Fusión de la realidad y el sueño, para alcanzar una sobre-realidad. Influidos por Freud, los surrealistas se apartan aquí de él. En lugar de tomar al sueño como símbolo válido para el hombre, creen en su absoluta singularidad. Aceptan de Freud, no el método sino la mitología.
b) esta fusión debe significar una nueva forma de conocimiento, experiencia sin la cual la propia expresión “surrealismo dejaría de tener sentido.
c) Del nuevo conocimiento deberán surgir una nueva ciencia, una nueva moral y una nueva belleza, de modo que el surrealismo desborda el campo de lo meramente estético.
d) Es necesario ir al conocimiento por la vía del desconocimiento, es decir, vivir el ser pero no lúcidamente, sino en el esta de mayor alienación posible. “Yo persigo un desorden razonado de todos mis sentidos” había dicho Rimbaud.
e) Los caminos hacia el desconocimiento son lo inconsciente, lo onírico, la magia, la infancia. El automatismo psíquico, la demencia, los estupefacientes, el humor, el amor, el culto de lo instantáneo y el ver a los objetos como míticos.
f) El surrealista debe escribir sin conciencia de que escribe.
g) La poesía debe procurar “la estupefaciente imagen”, “desensibilizar el universo” y el surrealismo, en general, quiere una imagen que equivalga a un regreso al caos.

André Breton

El ultraísmo

Esta es una palabra de contenido impreciso y se adoptó como término para designar a un aspecto de la vanguardia en España. “Ultra” equivale a “máximo” o culminación” de algo y se buscaba aquí el desarrollo pleno de las mismas notas que se han venido observando en las otras corrientes europeas: sobrevaloración de la imagen, supresión de la anécdota y lo narrativo, supresión de lo sentimental, salvo si aparece irónicamente enlazado con el mundo moderno. Rima y puntuación desaparecen y el ritmo, en lugar de procurar la continuidad tradicional, se adapta a cada instante.
En 1920, después de una extensa fusión de poesía y pintura, cada arte volvió a reivindicar su autonomía. Jorge Luis Borges, tentado en su juventud por esta vanguardia poética dijo: “La desemejanza raigal que media entre la poesía vigente y la nuestra es la que sigue: en la primera el hallazgo lírico se magnifica, se agiganta y se desarrolla; en la segunda se anota brevemente”.

Jorge Luis Borges


Extraído:

Albistur, Jorge. Literatura del Siglo XX. Ed.Banda Oriental. 1986

domingo, 28 de mayo de 2017

Vanguardias


Grupo 6° Derecho 1 Liceo N° 1 Dr. Alfonso Espínola

VANGUARDIA
El término vanguardia empieza a ser aplicado al terreno literario en Francia hacia finales del siglo XIX, por asimilación con la vanguardia política, luego, la utilización de esta metáfora por parte de la crítica se restringirá a las llamadas vanguardias históricas, cuyo punto de arranque es situado, por la mayoría de autores en la aparición del primer manifiesto del futurismo en 1909, y a las neovanguardias posteriores a la II Guerra Mundial. Se produce un estrechamiento del campo semántico del término, que pasa de ser aplicado a todo aquel autor cuya obra suponga un avance literario, a unos grupos con un comportamiento (de ruptura) muy codificado.
El vocablo vanguardia proviene del término “avantgarde”, acuñado del ámbito militar, donde significa la parte de un ejército, o de una fuerza desplegada, que avanza en la parte delantera, o por delante del cuerpo principal, por tanto se mantiene más cerca del enemigo y por ello se arriesga más. Trasladado el concepto a la literatura refiere a los escritores que se adelantan en el tiempo para asegurar la progresión del arte...
CARACTERIZACIÓN GENERAL DE LA VANGUARDIA
A pesar de su variedad de planteamientos y manifestaciones, los ismos de principio de siglo comparten una serie de rasgos que permiten hablar de la vanguardia como un fenómeno con cierta homogeneidad.
La vanguardia es, ante todo, un movimiento de ruptura, de rechazo radical de la tradición, del pasado y de las instituciones de las que ella misma surge (en este caso, la literaria). Esta ruptura se produce de un modo violento: se insulta a los miembros de corrientes anteriores, se descalifica el uso de una forma determinada y en alguna ocasión se puede llegar incluso a la agresión física. Esta violencia se refleja también en el tratamiento del material plástico o literario.
La otra cara de este rechazo total y sin paliativos del pasado, de esta voluntad de hacer tabula rasa con la herencia de una tradición literaria y artística de siglos. Los vanguardistas pretenden devolverle al arte un estado de pureza y de frescor propios de la creación primitiva. A través de la destrucción sistemática de todo rasgo de convención en el lenguaje, en la expresión plástica y en la musical. Un fenómeno emparentado con el primitivismo es la valoración de lo irracional, de lo místico e incluso del ocultismo. Los distintos grupos de vanguardia se sienten atraídos por formas de discurso marginales, perseguidas por el discurso dominante de la racionalidad y el orden contra el que se rebelan.
Otro de los rasgos distintivos de la vanguardia es su carácter crítico. La actividad artística por si sola ya no basta, tiene que ir acompañada por una reflexión teórica que puede tomar forma de manifiesto, de comentarios, o declaraciones impresas en catálogos de exposiciones, porque la obra de vanguardia rompe de tal modo las expectativas del receptor, que este necesita de ayuda para enfrentarse a ella. Y una de las maneras de legitimar el propio discurso teórico, es el empleo de manifiestos.
La vanguardia es un proyecto totalizante: no se limita a tratar de cambiar un aspecto determinado de la producción artística, sino que aspira a revolucionar por completo la vida y la creación.
El artista ocupa una posición completamente nueva en la sociedad. Por un lado, pierde la distancia frente a la masa, y por otro se convierte en una especie de guía, se sitúa a sí mismo en la punta de un movimiento destinado a transformar la realidad. El artista de vanguardia busca el contacto directo con el público, la provocación cara a cara, que lo hace foco de las reacciones, frecuentemente airadas, de los espectadores. Es un rostro identificable, se responsabiliza, por así decirlo, de su propia revuelta mediante su presencia física y exhibe su subjetividad ofreciéndose a sí mismo en espectáculo. Además de a través de actos públicos, tanto organizados (en teatros o cabarets, anunciados a través de la prensa, con venta de entradas), como espontáneos o subversivos, la vanguardia se sirve para su difusión de pequeñas revistas, octavillas, carteles, notas de prensa, por oposición a los medios de difusión “pesados” de la literatura tradicional: libros, revistas de gran tirada, prensa establecida.
La vanguardia aspira indudable a llegar a las masas, como lo demuestran actos públicos como la pegada de carteles, o el famoso lanzado de octavillas futuristas desde la torre del reloj de Venencia el 8 de julio de 1910. Sin embargo, lo cierto es que su recepción se limita a círculos cultos y de clase alta, que son los principales suscriptores de revistas de vanguardia y compradores de piezas de arte o asistentes a conciertos o soirées.
RUPTURA Y DINAMISMO
Todo grupo que se reclama de vanguardia aspira a la transformación violenta del contexto en el que surge, aunque esta violencia sea, al menos en el caso de las vanguardias artísticas, en gran medida simbólica. La vanguardia se define casi más que por los cambios que propugna, por su carácter negativo, por aquello a lo que se opone, contra lo que se declara. La única cualidad artística reconocida universalmente por los grupos de vanguardia es la rebelión, el inconformismo, para ellos no puede haber arte si no es en la subversión de los códigos literarios, musicales o plásticos establecidos. Renato Poggioli sitúa el origen de la vanguardia en la sustitución del ideal de lo bello imperante en el arte tradicional por la categoría de lo nuevo. Esta aspiración a producir una obra original, que introduzca elementos previamente inexistentes en la creación literaria, está presente en toda la historia de la literatura. La vanguardia estriba en el carácter total de esta ruptura, de esta negación, se opone al pasado literario en su totalidad, aspira a una revolución radical de los modos de producción artística y, en los casos más extremos, incluso a una reinvención del material de la producción literaria, la lengua.
La vanguardia exige materiales nuevos, nunca antes utilizados. Cada vanguardia se sitúa a sí misma en el inicio de una nueva era en el acto mismo de declarar caduca y estéril toda la creación anterior a ella misma. El problema que plantea esta ruptura tan radical es su continuidad, el hecho de que se ve negada por el advenimiento de nuevas vanguardias que a su vez pretenden superarla y la desplazan en el status de momento inaugural. Esta fuga permanente de la vanguardia, esta sucesión vertiginosa de movimientos que se niegan sucesivamente, determina el carácter dinámico de la vanguardia. El grupo que se estabiliza, que alcanza el poder simbólico, es desafiado por otro que funda su legitimidad tanto de la propia marginalidad como del supuesto compromiso del grupo al que pretende desplazar con el poder. Esta aceleración lleva a la autodestrucción de la vanguardia: llega un momento que ya no es posible superar la provocación. Algunos críticos consideran que al verdadero objetivo de la provocación y la rebeldía de la vanguardia: las instituciones literaria y artística, sus ritos y la distancia que imponen entre la vida y la creación.
La vanguardia se opone tanto a la autonomía del hecho artístico (y por lo tanto del literario) como a su falta de implicación social, a la falta de incidencia del arte en la vida cotidiana y pretende convertirlo en acción, devolverle su carácter utilitario en una sociedad renovada.
Bourdieu hable en ocasiones de una “avantgarde intellectuelle et artistique”, hace uso de una acepción amplia del término, que se refiere a todo aquel arte que se destaca de la producción de masas por su exigencia formal y se sustrae a la instrumentalización por parte del poder, en Bourdieu la autonomía sirve para diferenciar dos modos simultáneos de producción artística: el arte por el arte y el arte supeditado al gusto de la masa y transmisor de ideología.
La misma vanguardia pone, de un modo inconsciente, en manos de la institución cultural una herramienta para su asimilación: su propio discurso teórico, materializado con frecuencia en forma de manifiestos.
FUNCIÓN DEL GRUPO EN LA VANGUARDIA
Otro de los aspectos fundamentales de la vanguardia es su carácter colectivo. La aspiración a una creación colectiva y la negación del carácter individual del arte son rasgos específicos de las vanguardias de comienzos del siglo XX. La pertenencia al grupo permite al artista por un lado dar mayor proyección a su mensaje y por otro reduce su responsabilidad frente a la masa: lo que dice no lo dice en tanto que creador individual, sino como miembro de un movimiento cuyo credo comparte y que es el auténtico depositario de la responsabilidad colectiva. Al mismo tiempo, la pertenencia a un grupo simplifica la toma de decisiones estéticas: todo ismo está en posesión de un credo, de unas directrices, con frecuencia hechas públicas en forma de manifiesto, que sirven de guía a aquellos que se identifican con él, y que por lo general no sólo abarcan el terreno de la creación artística sino variados aspectos de la vida, incluso la indumentaria.
La existencia de un credo común implica también una cierta disciplina, aunque esta no haya sido llevada con idéntico rigor por las distintas agrupaciones. Otro rasgo importante de los movimientos de vanguardia es su “cohesión emocional”, su carácter de comunidad tanto artística como vital. El grupo también protege a sus miembros de las convenciones sociales que les rodean, creando un espacio cerrado en el que vivir de acuerdo con las propias inclinaciones sin preocuparse del qué dirán. Adquiere el carácter de una sociedad secreta subversiva. Se crea pues una sociedad en miniatura, enfrentada a la Sociedad con mayúsculas, a la que se pretende transformar y, que en su conjunto, rechaza al grupo de vanguardia. Este carácter colectivo, y en particular el carácter colectivo de la creación, resulta, de nuevo, extraña. La concepción tradicional se ve negada por modalidades de creación tan típicas de la vanguardia como el cadavre exquis, en el que un texto es compuesto por varias personas que van escribiendo por orden unidades sintácticas, ignorando lo que la persona anterior ha escrito en un papel plegado. El resultado es un texto, que si bien respeta las normas sintácticas (con antelación se decide quien aportará el sujeto, el verbo, los complementos), tiene un sentido con frecuencia sorprendente, al margen de toda lógica.
La fugacidad ha sido una de las principales características de los grupos de vanguardia, una posible explicación de esta esta cualidad quizás sea el carácter individualista de sus miembros, que no soportarían durante demasiado tiempo verse sometidos a la disciplina de un colectivo. Otro factor a tener en cuenta es el fuerte desgaste emocional y físico que supone la pertenencia a un movimiento de vanguardia. Las frecuentes acciones, que en su mayoría tienen lugar frente a un público hostil, cuando no violento, y la convivencia constante con un número reducido de personas, se prestan a los roces, al surgimiento de rivalidades y antipatías, además del simple cansancio, que puede ser motivo suficiente para la desintegración de un grupo. Además, la provocación no se puede prolongar hasta el infinito, el escándalo pierde fuerza cuando es repetido y llega un momento en el que se hace difícil encontrar nuevas ideas con las que sorprenderse a sí mismo y a los demás.




RELACIÓN CON EL PÚBLICO
Así como la producción de vanguardia tiene un claro carácter colectivo, también su recepción lo es en mayor medida que en la literatura tradicional. Se busca la confrontación directa con el público, la provocación. El marco elegido para la provocación dista mucho de los ya consagrados por la tradición para la recepción masiva: el teatro, la ópera o el concierto. El café, el cabaret, son elegidos por su aura marginal y porque permiten una comunicación con el público menos codificada. En una fase avanzada se llegará a conquistar el espacio colectivo por excelencia, la calle, pretendiendo afirmar la destrucción efectiva de las barreras entre el arte y la vida cotidiana: ya no se admite la existencia de lugares consagrados a la celebración del rito del arte, cualquier lugar y cualquier momento son apropiados para llevar a cabo lo que se considera una faceta como cualquier otra de la vida diaria. También el público potencialmente receptor del arte ha cambiado. Con la alfabetización y el acceso al ocio de las clases populares, se transforma el perfil del consumidor de cultura: de un grupo reducido de personas muy cultivadas de clase alta se pasa por primera vez en la historia a un público de masas, que impone sus propios gustos y su necesidad de entretenimiento. Aunque la vanguardia aspire a alcanzar a ese público, es cierto que el seguimiento exhaustivo de las actividades de la vanguardia se limitó en gran medida a un público minoritario, culto y con frecuencia excéntrico.
Peter Bürger establece el shock como el momento primordial del contacto de los grupos de vanguardia con su público. El objetivo principal de sus acciones es la decepción de las expectativas del espectador, la ruptura de tabúes y de los hábitos impuestos por la institución literaria, para conseguir que este se haga consciente del carácter convencional de las normas de comportamiento social y adopte una actitud crítica imprescindible para la transformación de la realidad. Pero la efectividad de este método de acción es dudosa: por un lado, es difícil controlar el sentido de la reacción del público. Con frecuencia el shock no lleva al deseado replanteamiento de las circunstancias vitales y sociales del espectador. Y por otro, como hemos visto, la provocación repetida se agota, una vez que se viola un tabú, este no puede volver a ser objeto de transgresión. Los grupos de vanguardia acaban creando en el público una especie de expectativa del escándalo. Los espectadores saben, gracias a experiencias propias o a informaciones de la prensa, lo que les espera, y acuden, por ejemplo, a las veladas futuristas, no en una actitud receptiva, sino con la cesta llena de huevos podridos y legumbres susceptibles de ser convertidas en proyectiles. La eliminación de la dualidad vida/arte se refleja en la invitación al público a que él mismo se convierta en productor. Si el arte abandona su aura de unicidad y pasa a formar parte de la vida cotidiana, cualquiera puede convertirse en creador. En este sentido hay que entender la oferta de recetas para la creación artística como la que propone Tzara en su “Manifeste sur l’amour faible et de l’amour amer”.De todos modos, la participación del público se redujo en gran medida a la reacción, en ocasiones violenta, frente a las provocaciones de los vanguardistas, sin que las vanguardias hayan supuesto un auge inmediato del arte amateur.
EL CONCEPTO DE “OBRA DE ARTE” EN LA VANGUARDIA
El replanteamiento de la función del arte en la sociedad, que llevado a su último extremo implica la reintegración de este a la vida cotidiana, supone en primera línea un cuestionamiento de la función de la obra de arte. No se trata pues de que la obra cumpla una función determinada en la sociedad, de un nuevo utilitarismo artístico, sino de que se integre como un proceso productivo más en el funcionamiento de esta. Pero el concepto mismo de obra resulta problemático cuando nos enfrentamos a la vanguardia. ¿Hasta qué punto se puede hablar de obra ante una acción dadaísta como la interrupción del sermón del domingo en el Berliner Dom? El accionismo de la vanguardia, la integración del arte en contextos que hasta la fecha le habían sido ajenos, hace difícil establecer un concepto de obra de vanguardia.
Peter Bürger se plantea en su Theorie der Avantgarde esta cuestión y llega a establecer una categoría, la de la obra no orgánica, que permite por un lado afirmar la existencia de una obra de vanguardia y por otro diferenciarla de la obra de arte tradicional u orgánica. La principal diferencia entre ambas estriba en el modo de aprehender la realidad de la obra no orgánica: mientras que la tradicional toma la realidad como un todo dotado de sentido y se limita a reproducir este material respetando el sentido que su autor percibe en él, el autor de vanguardia, que percibe la realidad de un modo fragmentario, sin encontrar en ella ningún tipo de principio ordenador, aisla pedazos de realidad, dotándolos de una nueva función y un nuevo sentido.
La obra de vanguardia adquiere un carácter documental, alejándose de la ficcionalidad que había venido dominando el arte hasta comienzos del siglo XIX. Esta tendencia a la fragmentación domina a su vez la construcción de la obra: mientras que el artista tradicional pretende presentar un todo coherente, limitándose en ocasiones a ofrecer una parcela reducida de la realidad con el fin de mantener esa totalidad, el artista de vanguardia monta su obra con fragmentos heterogéneos, sin preocuparse de la coherencia ni de ofrecer un proceso completo. Esto transforma también las posibilidades de lectura de la obra de vanguardia: mientras que en la obra tradicional toda exclusión significa una mutilación del sentido unitario, en la obra de vanguardia los fragmentos están dotados de un significado propio, que contribuye a conformar el sentido de la obra en su conjunto, pero no depende de él, por lo que la recepción aislada no perjudica su comprensión. Una de las consecuencias de esta fragmentación, es la ruptura con las expectativas de recepción tradicionales, que llega a la falta de sentido. Resultado de esta desorientación sistemática del receptor es el shock, que como habíamos visto, es el medio que el artista de vanguardia pretende utilizar para despertar en su público una conciencia crítica de la realidad circunstante.
Además de la fragmentación y el montaje, otro de los rasgos principales de la obra de vanguardia es su carácter lúdico. Una de las principales armas que el autor tiene en su lucha contra la institución del arte es, precisamente, no tomarse la creación en serio, negarse a seguir sus reglas ni a admitir la transcendencia del hecho artístico. El rechazo al positivismo decimonónico se refleja en la literatura y el arte de vanguardia en la inclusión del azar como uno de sus principios de creación, en la no aceptación de las reglas lógicas de la causalidad. La introducción de relaciones no motivadas en el discurso de la vanguardia es una nueva fuente de irritación para el lector. La introducción del azar como elemento constitutivo de la obra forma parte de un proceso de despersonalización del hecho creador. Un eslabón más en este proceso es la ya anteriormente enunciada autoría colectiva. El carácter colectivo de la escritura se convierte en un medio de subversión de los valores imperantes en la institución literaria. Un primer indicio de la desindividualización del arte de vanguardia es la popularidad de procedimientos como el collage o el montaje, en los que fragmentos anónimos de la vida cotidiana (un trozo de tela, versos de una canción de moda, un pedazo de madera), son introducidos tal cual o con ligeras modificaciones en una obra de arte.
De todo ello se deduce que la obra de vanguardia es, en mayor medida lo que es de por sí toda obra de arte, una “opera aperta”, en la que el receptor tiene gran libertad a la hora de construir un sentido sin que el autor intente de ningún modo inducir una interpretación determinada. Se limita a ofrecer un material fragmentario que el espectador/lector debe combinar a su antojo. De hecho, según Bürger, el receptor renuncia a la búsqueda de un sentido para concentrarse en los elementos constitutivos de la obra. Otra de las consecuencias de este proceso de fragmentación es la predilección de la vanguardia por la mezcla de formas. Si la realidad es percibida de un modo discontinuo y sin que sobre ella rija ningún principio ordenador, es lógico que las formas que se elijan para plasmarla sean heterogéneas. De hecho, no es infrecuente en la vanguardia una combinación semejante del lenguaje literario y plástico en forma de dibujos añadidos a un texto o de la misma disposición espacial de la tipografía, además de las ya más convencionales mezclas de distintas formas exclusivamente literarias.
Al mismo tiempo, encontramos en la vanguardia una marcada predilección por las formas literarias breves (el poema, el sketch dramático, el manifiesto), quedando otras formas como la novela prácticamente desterradas de la creación vanguardista. Ello se debe sin duda al imperativo de actualidad e inmediatez que rige toda la creación de vanguardia y que excluye procesos de elaboración tan prolongados como los que exigen formas de mayor longitud y complejidad como pueden serlo el drama o la novela.
Así pues nos encontramos con una obra de vanguardia multiforme, abierta a todo tipo de interpretación, que establece una nueva relación con la realidad, reflejando no ya sus pretendidas regularidades, sino su naturaleza caótica y las distorsiones creadas por la percepción individual.
Extraído:

Jarillot Rodal, Cristina. Manifiesto y Vanguardia: intento de definición de la forma a través de los manifiestos del Futurismo, Dadá y Surrealismo. Universidad de Salamanca. Facultad de Filología. 2000