Grupo 5° Humanístico 1 Liceo N° 1 Dr. Alfonso Espínola
CONTEXTUALIZACIÓN HISTÓRICA
La Edad Media es un
extenso período histórico que abarcó alrededor de diez siglos; desde el siglo V
al XV aproximadamente, por ello conviene dividirla en dos etapas.
Alta Edad Media
En esta época es posible hablar
de oscurantismo, en la medida en que el derrumbe de las estructuras del imperio
romano, la permanente amenaza de los bárbaros y la supremacía religiosa de un
cristianismo que pone el énfasis en una vida ultraterrenal traen aparejados la
imagen de un hombre culpable por el hecho de ser tal, abrumado por el fin del
mundo y su inevitable perdición.
En el plano de la teología es
de destacar el pensamiento de San Agustín (siglo V), quien ve la evolución de
la historia humana como una manifestación de la voluntad de Dios. El hombre,
ser imperfecto por naturaleza es para este pensador salvado únicamente por la
gracia divina que elige para estos fines solo a unos pocos, mientras la inmensa
mayoría será condenada a las llamas del infierno.
En el plano intelectual, esta
época se caracteriza porque en ella la idea de progreso es completamente
desconocida. Busca conservar fielmente lo antiguo y lo tradicional. Los valores
supremos están fuera de duda y se encuentran encerrados en formas enteramente
válidas.
Sobre el fin de este período y
como coronación del espíritu del mismo se impone en la arquitectura el estilo
románico, las llamadas "fortalezas de Dios", edificaciones
caracterizadas por su pesadez, sus gruesas paredes, sus escasas aberturas que
impiden el contacto con el exterior, hablan de un hombre encerrado, temeroso de
lo externo y agobiado por la presencia de un Dios distante y duro.
Baja Edad Media
Se caracteriza por un renacer
en todos los planos de la actividad humana.
Las ciudades comienzan a surgir
y vuelven a ser un lugar de encuentro y de puesta en contacto con el mundo; se
dan los comienzos de una economía monetaria y mercantil.
Los caminos se animan y
comienzan a llenarse de mercaderes y viajeros; las clases altas descubren el
placer de aparentar, de brillar en los acontecimientos mundanos y el lujo en el
vestido, en la mesa o en la ornamentación de la casa comienza a ser un signo de
poder y un elemento de disfrute de lo terrenal y cotidiano.
La iglesia acompaña el
movimiento procurando disciplinar su clero y la actividad de los laicos, en
este sentido se debe señalar el movimiento cluniciense (siglo X) que procura
devolver la pureza original a las instituciones religiosas y separadas de lo
material, seguido luego por el movimiento cartujo y cisterciense del siglo XI y
XII. La misma visión de la divinidad cambia y ahora el hombre se siente
protegido por un amoroso ser superior al cual puede llegar a través de la
invocación de los santos o de la virgen.
En la arquitectura; la
aparición del gótico da lugar al cambio más profundo de la historia del arte
moderno.
El hombre se yergue nuevamente
sobre la tierra y, aunque no olvida la posibilidad de los castigos del más
allá, ahora esta vida lo invita a disfrutar, se plantea como digna de ser
vivida. El culto a la Virgen María pasa a un primer plano y se la ve como
intermediaria ideal entre el hombre y Dios.
El oscurantismo ha dado paso a
la luz, la desesperanza a la fe, la valoración de lo ultraterrenal a la
valoración de lo que pertenece a este mundo y precisamente en esta transición,
en este dualismo es que debemos acercarnos al hombre de esta época.
Literatura
En la literatura se observa la
maduración de la herramienta expresiva, la lengua, que desprendida del latín
original, a lo largo de la Edad Media va a evolucionar a lo que conocemos como
lenguas romances. Si bien, el latín conservará su puesto como lengua erudita,
poco a poco estas nuevas manifestaciones lingüísticas irán ganando
terreno hasta llegar al punto de llegar a poder expresar poéticamente todas las
inquietudes del hombre.
Esta literatura da sus primeros
frutos en la épica, y es así que surgen los cantares de gesta.
La evolución de la épica
sentará las bases de la sensibilidad occidental.
Ahora veremos el desarrollo de
este género en tres grandes pasos: la lírica trovadoresca, la escuela de
Sicilia y el Dolce Stil Nuovo, llegando así a Dante.
La lírica trovadoresca
Llamamos así, en el estricto
sentido de la palabra, a la poesía que fue cultivada por los trovadores, que
entre los siglos XI y XII escribieron en la lengua románica, que se conoce con
el nombre de "provenzal".
Si bien, geográficamente
ubicamos su núcleo en Provenza, no debemos olvidar que esta literatura no
aparece vinculada a lo que hoy llamamos una nacionalidad; en esta época la zona
del medio día de las Galias estaba dividida en señoríos más o menos
independientes, y por encima de esta división política hay una unidad
lingüística que permite que todos colaboren en el hacer de determinado tipo de
literatura.
El trovador es el poeta que,
además de escribir sus versos compone la música con la que deben ser
acompañados; es una poesía destinada a ser cantada y a ser escuchada por un
público que, en su mayoría y más aún si la ejecución se daba en la plaza, es
analfabeto.
A partir del siglo XIII las
costumbres sociales evolucionan hacia un mayor refinamiento; la vivienda
señorial se hace más refinada y las reuniones sociales son habituales. La mujer
comienza a ejercer un rol protagónico como señora del castillo y centro de la
vida social incipiente. En este marco la lírica trovadoresca desarrolla un
concepto de amor; el amor cortés, que implica una traslación del vasallaje
político al campo sentimental; la dama es el ser superior al que el enamorado
rinde culto y ofrece su vida como servicio, de tal manera que la llama
"midons", mi señora. Este sentimiento exige de la discreción del
poeta en la medida en que la amada ha de ser, casi forzosamente, casada; es
este pues un amor adúltero basado en el axioma de que no puede haber
"buen amor verdadero" en el matrimonio. La dama aparece como figura
idealizada, distante, vista como poseedora de las máximas virtudes, tanto físicas
como morales, origen y destinataria del hacer poético. Esta idealización no nos
debe hacer pensar en el desprecio o censura absoluta hacia el aspecto físico del
amo, pues a pesar de que se ha querido hablar de un sentimiento exclusivamente
platónico, son muchos los poetas que nos hablan de sus logros en este terreno.
Dante - breve biografía
Nace en mayo de 1265 en
Florencia.
Conoce a Beatriz en mayo de
1274, de ella se habría enamorado, esta será inmortalizada en su obra.
Beatriz muere en 1290.
Se casa en 1295 y empieza su
actividad política.
En 1302 es exiliado.
El 14 de setiembre de 1321
muere en Ravena.
La Divina Comedia; su título
La Comedia, conocida desde el
siglo XVI bajo el título de La Divina Comedia es un extenso poema escrito por
Dante en lengua vulgar, abarcando un total de 14333 versos, obra máxima de la
literatura italiana cuyas primeras ediciones se remontan a 1472.
Dante denominó a su obra
Comedia, el calificativo Divina es agregado posteriormente por sus admiradores,
aludiendo tanto a su calidad estética, como a su sustancia religiosa.
"Comedia" es uno de
los subgéneros del drama, sin embargo, la composición de Dante no tiene la
estructura formal de este género; lo que sucede es que en la época que escribe
el poeta florentino se ponía mayor atención al contenido, para determinar la
pertenencia a un género determinado, que a la forma. Es así que para que una
obra fuera "comedia" debía comenzar en la tristeza y terminar en
alegría y, evidentemente, el viaje del personaje central comienza en un momento
de dolor, perdido en la "selva oscura", para luego de diversas
pruebas, terminar en la mayor de las felicidades: ver a Dios y obtener la
salvación de su alma.
Generalmente se ubica la
composición de la Divina Comedia en los últimos y más dolorosos años de Dante,
los del exilio. Toda la crítica coincide en que el "Infierno" habría
sido terminado alrededor de 1308, el "Purgatorio" hacia 1313 y el
"Paraíso" poco antes de su muerte.
Argumento
Es la narración de un viaje
realizado por su propio autor, Dante, que asume la condición de narrador y
personaje, por los tres reinos de ultratumba; infierno, purgatorio y paraíso,
según eran concebidos por la iglesia de la época. La obra comienza con el
personaje perdido en la "selva oscura" (el pecado) y acorralado por
tres fieras que le impiden la salida de ese paraje; gracias a la intervención
de la sombra de Virgilio, poeta latino, emprenderá el viaje que lo sacará de
esta situación primera, y en cuyo recorrido verá los castigos eternos a los que
son sometidos las almas de los condenados, los suplicios de aquellos que,
habiéndose salvado aún deben someterse a un proceso de purificación, y, por
último, habiendo sido dejado por Virgilio que cede su lugar de guía a Beatriz,
Dante verá la alegría de los bienaventurados, los que han logrado la salvación
eterna.
La idea de localizar la acción
de la obra en el espacio que se abre más allá de la muerte, no es original de
Dante, lo que sí es innovador es, en el plano de la narración; el proponer la
experiencia como algo real, un viaje y no una visión, y elegirse a sí mismo
como protagonista. Dentro del plano de las ideas, una fuerza totalizadora que
organiza al otro mundo según claras normas morales y la idea de
perfeccionamiento del hombre que le conduce a la salvación.
Estructura formal
La obra está dividida en tres
partes, denominadas cánticas y que responden, cada una de ellas, a los tres
reinos en que la tradición cristiana considera está estructurado el más allá:
Infierno, Purgatorio y Paraíso.
Cada cántica, está dividida en
treinta y tres cantos, excepto la primera que tiene treinta y cuatro, el primer
canto es considerado como una introducción general a la obra. Sumados todos nos
dan un total de cien cantos. La estructura de cada parte respeta un plan muy
estricto; los cantos oscilan entre los ciento quince versos y los ciento
cincuenta y cuatro y el número total de versos que componen las tres cánticas
es catorce mil trescientos treinta y tres para el poema entero.
La obra está escrita en versos
endecasílabos y la estrofa empleada es el terceto (terzina), donde coinciden el
primer con el tercer verso, mientras que el segundo marca la rima para la
terzina siguiente: aba - bcb - cdc. Cada canto termina con un cuarteto para no
dejar un verso suelto.
Toda esta estructuración se
basa en la utilización cabalística de ciertas cifras: el 3 es un número
perfecto, el número de la Santísima Trinidad y de allí la reiteración de esta
cifra en la estructura; el 9 es un número místico y sagrado, resulta de la
multiplicación del tres por sí mismo, el 33 también posee significado
cabalístico en la medida en que reitera el 3, el 1 la unidad, representa la
divinidad.
Los tres reinos
El Infierno
Guiado por Virgilio, Dante
llega al Infierno, es en el canto III donde se ingresa a este reino, la
inscripción en su puerta nos dará las características fundamentales del mismo:
la ciudad del dolor eterno, habitada por la gente perdida, ninguna esperanza de
perdón o reconciliación pueden albergar los que allí pagan su culpa.
Físicamente este mundo está
dividido en nueve círculos en los que se ubica a las almas pecadoras de acuerdo
a determinadas normas; cuanto más abajo menor será el espacio y mayor la culpa
y el castigo. Esta división espacial se corresponde con una estratificación
moral; siguiendo la distinción aristotélica de las tres disposiciones viciosas
del alma humana, incontinencia, bestialidad y malicia. Dante agrupa dentro de
la primera a los lujuriosos, glotones, avaros, pródigos e iracundos, dentro de
la tendencia a la "bestialidad" coloca a los herejes y violentos,
para terminar con los maliciosos que incluyen a los traidores y fraudulentos.
Es de destacar cómo el mayor grado de racionalidad que implica un pecado para
concretarse agrava la culpa, los habitantes de los primeros círculos no
hicieron otra cosa que dejarse dominar por pasiones inherentes a la esencia
humana, mientras que los últimos utilizaron su capacidad intelectual para hacer
el mal.
La oscuridad, reflejo físico de
la condición moral del alma de los condenados, domina este mundo, este
"aire sin estrellas" que se hace más alucinante en la medida que se
llena de gritos de dolor y terribles blasfemias, expresión de la ira y la
impotencia de las almas pecadoras ante la justicia divina. Es este el reino
donde el recuerdo de la tierra está más presente, no solo a través de las
vivencias de cada uno de los que allí habitan, sino de la indiscutible
"corporeidad" que asumen las almas.
Habitado no solo por almas sino
también por gusanos, perros y serpientes que colaboran con la función de los
demonios, extraídos muchos de ellos del mundo mitológico grecolatino, en el
vértice mismo del cono, Lucifer, el ángel caído concentra en su figura el terror
del Infierno.
El castigo tendrá evidente
relación con la culpa; esta relación puede ser de similitud, como en el caso de
los lujuriosos arrastrados eternamente por el viento como en vida se dejaron
arrastrar por la pasión, o los suicidas, que habiendo atentado contra su cuerpo
se ven obligados a renunciar a él; o de oposición a la culpa, como el caso de
los "indiferentes", que no habiendo hecho una opción en vida se ven
obligados ahora a experimentar el acicate de los moscones y las avispas y a
correr detrás de una bandera. Todos estos castigos cobran una verdadera
dimensión a través de dos condiciones de mayor abstracción: son eternos, es
decir, el condenado no tiene ninguna esperanza de que cesen y no tienen otra
significación que la del dolor que ellos producen, ya que se repetirán idénticamente
por siempre, sin que sirvan para disminuir la culpa.
Purgatorio
Está ubicado en la Tierra y las
almas sufren tormentos similares a los infernales, es, sin embargo, el reino de
la esperanza, pues los que allí habitan ya se han salvado, aspiran con certeza
a ver a Dios y el sufrimiento es para ellos una vía de purificación que
acelerará el tránsito a la gloria.
Convencidos ya de la vanidad de
las cosas terrenas, aspirando a gozar la gloria, las almas se hacen aquí menos
corpóreas, más puras en su calidad de espíritus, y su registro emotivo deja de
lado la violencia pasional de las almas infernales para teñirse de dulce
melancolía, los gritos son sustituidos por el canto a coro, en el
infierno las almas están encerradas en su individualidad, aquí unidas en el
amor, trascienden sus límites para unirse en alabanza al creador. Los demonios
son remplazados por visiones angélicas que hablan de la proximidad del paraíso.
Geográficamente el Purgatorio
se ubica en una isla inaccesible del hemisferio austral, en las antípodas de
Jerusalén. Concebido como una montaña está dividido en tres zonas: en la base
una zona rocosa, de difícil acceso: el Antepurgatorio; en el cuerpo del monte,
el Purgatorio propiamente dicho, dividido a su vez en siete terrazas, donde el
alma se purifica de los siete pecados capitales (soberbia, envidia, ira,
pereza, avaricia, gula y lujuria) y por fin, en la cúspide una planicie que es
el Paraíso terrestre. En este termina la función encomendada a Virgilio, al que
está vedado entrar en el reino de los bienaventurados. En la etapa intermedia
del Paraíso terrenal (cantos XXVIII a XXXIII, Purgatorio) Virgilio desaparece
del lado de Dante y, ante los asombrados ojos de este, aparece Beatriz, símbolo
de la teología o la gracia divina única guía posible para caminar por el
Paraíso.
Paraíso
Del Paraíso terrenal Dante
asciende al Paraíso verdadero atravesando, con la guía de Beatriz, los nueve
cielos, esferas concéntricas luminosas y transparentes, sobre las cuales está
el cielo empíreo, fijo, cede del mismo Dios, y, en torno a él, las jerarquías
celestiales y la rosa de los bienaventurados, iluminada directamente por el
propio Señor de la creación. Los nueve cielos son:
1. Cielo de la Luna, cantos I al
IV, donde se ubican los espíritus que quebrantaron sus votos.
2. Cielo de Mercurio, cantos V
al VIII, ubicación de los espíritus activos y bienhechores.
3. Cielo de Venus, cantos VIII
al IX, ubicación de espíritus amantes.
4. Cielo del Sol, cantos X al
XIII, ubicación de espíritus de teólogos y doctores.
5. Cielo de Marte, cantos XIV
al XVII, ubicación de los espíritus que combatieron por la fe.
6. Cielo de Júpiter, cantos
XVIII al XX, ubicación de los espíritus justos y sabios.
7. Cielo de Saturno, cantos XXI
al XXII, ubicación de los espíritus contemplativos.
8. Cielo de las Estrellas,
cantos XXIII al XXVI, ubicación de los espíritus triunfantes.
9. Cielo Cristalino, cantos
XXVII al XXXIII, ubicación del Empíreo donde está Dios iluminando la rosa de
los Bienaventurados y rodeado de nueve círculos de jerarquías angelicales que
son: ángeles, arcángeles, principados, potestades, virtudes, dominaciones,
tronos, querubines y serafines.
El criterio utilizado por el
autor para colocar las almas en distintas esferas no está, a diferencia de las
cánticas anteriores, explicitado en la obra; lo único obvio es que cuanto más
cerca de Dios se encuentra el alma, más perfecta es.
Este es el reino del espíritu
absolutamente liberado de la carne, el reino de la contemplación y de la más
absoluta alegría emanada de la visión de Dios; las almas nada lamentan de lo
terreno, nada ansían, están completas en sí mismas. La almas son pura luz y
puro amor y de allí que los trazos particulares se disuelvan en mística unión;
los elementos terrestres que reaparecen en este reino son solo imagen de
aquello que intentan transmitir. Lanzado a la contemplación de la unidad misma
de Dios, Dante exclama: "¡Oh cuán insuficiente es la palabra y cómo es
débil para expresar mi concepto!", y ese sentimiento puede hacerse
extensivo a toda la cántica.
El poema concluye con la
palabra "estrellas", que es la misma con la que concluye el
Purgatorio, una muestra más de la simetría exterior que se corresponde con la
ordenada arquitectura interna.
Extraído de:
Torres, Teresa y Carriquiry, Margarita.
Dante. Editorial Técnica s.r.l.
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